El traje de torear se complementa con el capote de paseo, prenda exclusivamente de adorno y, desde luego, muy lujosa, empleada exclusivamente para hacer el paseíllo. Su modo de liar es bastante complicado y suele exigir de la ayuda de alguno de los peones para que el matador pueda envolverse en él. De forma similar al de brega, en su origen era muy largo.
Admite una enorme fantasía y diversidad de motivos en su decoración, desde las primitivas bandas, muy anchas, que discurrían paralelas a la esclavina y que siguen siendo utilizadas con mucha frecuencia, hasta imágenes de vírgenes y figuras de la especial devoción del propietario del capote, pasando por dibujos de flores, geométricos o de filigrana, así como galones. Destacan también, por su belleza y virtuosismo, los capotes de paseo con motivos religiosos.
El momento en el que los toreros, en el patio de cuadrillas, se lían el capote al hombro izquierdo, es uno de los más interiores y personales del diestro durante el festejo. Les gusta estar solos en ese momento, minutos antes del paseíllo, para concentrarse. La responsabilidad les invade, pues el momento de liarse el capote indica que el festejo comenzará en breve.