Los toros en la antigüedad
La era de tauro corresponde a los años 4513 a 2353 antes de Cristo, y se caracteriza en las diversas civilizaciones históricas por el culto a divinidades tauricas. En todas las culturas mediterráneas y en el mundo celta, la creencia mágica en las
virtudes genéticas del toro y su transmisión al hombre, le hicieron figura sacra y objeto de culto y de numerosos ritos religiosos y celebraciones festivas. Así, en la Mitología griega aparece en forma de Minotauro o como disfraz de Zeus para raptar a Europa, en Egipto el buey Apis es el dios de la fecundidad y de la abundancia, los hebreos adoran al becerro de oro, en Babilonia tenemos los toros alados, por no hablar del toro Tarnos céltico o del toro irlandés de Cualungé. El mundo romano adoptó el culto de origen persa a Mitra, el joven dios que sacrifica al toro primordial para hacer surgir al mundo: de su sangre brotaron las vides, de la médula, el trigo y de su semen, los animales.
El uro, que se extinguió en Europa en la Edad Media, es el antepasado salvaje de todas las razas bovinas domésticas existentes hoy. El toro de lidia actual es, entre todos los descendientes directos del uro, el que mejor conserva sus características.
En las antiguas culturas del Mediterráneo oriental la figura del toro tenía un cierto carácter divino. También entre los íberos, los toros eran considerados animales sagrados, desarrollándose a su alrededor un gran número de ritos. Muchas esculturas ibéricas de toros proceden de monumentos funerarios, lo que pone de manifiesto este carácter religioso.
Posteriormente, en la época romana, el rito taurino más importante es el de Mitra. Además, en este tiempo, se introducen los juegos de toros, que se celebran en los circos con una cierta continuidad, desacralizándose paulatinamente los viejos ritos del toro para convertirlos en espectáculo.
Durante la Edad Media este atractivo que ejerce el toro desaparece de muchos lugares, quedando relegada esta pugna entre el hombre y el toro al sur de Francia y la Península Ibérica. Numerosos testimonios ponen de manifiesto la sorpresa que les causaron a los árabes, cuando invadieron la Península Ibérica, la lidia de toros.
El viejo rito de las fiestas de toros, sin duda de origen pagano, se sigue celebrando en España y Portugal durante todos estos siglos, en algunos casos revestido de un cierto carácter religioso -ya cristianizado-, mientras que, en otros, se organizan para festejar alguna celebración o conmemorar algún evento importante.