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El origen del toro bravo

 

El toro bravo desciende del uro o toro salvaje de la Edad Media, que abundaba en toda Europa, con más que posibles contribuciones del vacuno que trajeron los celtas que habitó por el norte de España y de Portugal, y aportaciones del ganado que emigró a la península Ibérica procedente de África en el período cuaternario, coincidiendo con las glaciaciones.

Como en la cultura Grecorromana, el toro está igualmente muy ligado a las raíces de la cultura hispana. Es el animal más emblemático, hasta el punto de simbolizar la fiesta popular, y su figura fecunda todas las artes, desde las pinturas rupestres pasando por los toscos verracos ibéricos, hasta las tendencias más modernas de la cultura española, representado en dibujos, grabados, pinturas, esculturas y por supuesto en nuestra literatura. 

El toro de lidia tuvo su cuna, origen y solar en España, y desde aquí se extendió y exportó a Portugal, sur de Francia y numerosos países del Continente Americano principalmente durante el siglo XX.

Gracias a la concurrencia de intereses de una cultura popular con profunda raigambre taurina, a las prácticas ecuestres de los nobles y caballeros de la Edad Media, a la destreza para el juego con los toros del personal encargado de su manejo en las dehesas y en los mataderos, así como al inteligente arte de criar y seleccionar de los ganaderos, se creó este bello animal, una de las mayores joyas de la zootecnia mundial.

Castas y encastes

 

La casta es el origen o raza de donde procede el toro de lidia, es la herencia genética que le otorga sus características esenciales en cuanto a morfología y comportamiento. Se identifica como el genotipo del animal. Refiriéndose a la constitución orgánica, estructura y funcionalidad de cada toro, comprendiendo todos los factores hereditarios de los ascendientes.

Se entiende como encaste al conjunto de animales que pertenecen a una o varias ganaderías, comparten el mismo origen genético, poseen unas características zootécnicas y comportamiento comunes. Todo ello, hace que se distingan de los demás, formando una agrupación racial. Los distintos encastes se han formado a través de la selección realizada a partir de las castas fundacionales de procedencia, o a partir de diversos cruzamientos entre castas o encastes del mismo tronco.
Los encastes han evolucionado de distinta manera a lo largo de la historia. Algunos han ido desapareciendo, la mayoría permanecen, aunque han sufrido modificaciones en sus características zootécnicas y de comportamiento.

Las castas fundacionales son estas: Cabrera, Gallardo, Navarra, Vazqueña y Vistahermosa.

La crianza del toro de lidia

 

El toro tiene unos ciclos anuales de crianza, que son muy distintos a los de cualquier otro animal. Lo primero es la selección de vacas y sementales, en función de los criterios del ganadero, de lo que busca en cuanto al juego de los futuros toros. 

Una vez nace el becerro, antes del año se marcan a fuego todos ellos y se separan en machos y hembras. Las hembras serán tentadas de eralas para pasar el examen de continuar o no como madres en la ganadería. El tentadero es una de las operaciones más importantes de una ganadería brava, pues el ganadero decidirá qué animales aprueba como reproductores, y con ello, selecciona el futuro de la ganadería.

Las edades del toro son estas: Añojo (1-2 años); Eral (2-3 años); Utrero (3-4 años); Cuatreño (4-años); Cinqueño (seis años). Durante ese tiempo, el toro vive a cuerpo de rey en la dehesa, con distintos controles sanitarios. En función del festejo, se lidiarán desde los más pequeños hasta los más grandes. Los añojos en clases prácticas, los erales en novilladas sin picar, los utreros en novilladas picadas y los cuatreños y cinqueños en corridas de toros.

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